Sample bulletin article 1, my Spanish translation

La amargura versus la generosidad

Cuando éramos niños pequeños, y uno de nosotros estaba de mal humor o amargado, papá se ponía su sonrisa inteligente y nos cantaba una cancioncilla:

Nadie me quiere

todos me odian

mejor me como un gusanito.

le corto la cabeza

le saco lo de adentro

mejor me como un gusanito.

La canción era una tontería (¡y encima asquerosa!), era acompañada de un abrazo, y por lo general nos sacaba de nuestro negativismo, de nuestro egoísmo, de nuestro “partido de compasión”.  Nos dábamos cuenta de que papá y mamá nos amaban y estaban con nosotros en nuestra angustia.  Ahora, como adulto, sigo pasando por episodios de amargura, momentos en los que tengo resentimiento contra alguien o algo en mi vida.  Esta cancioncilla ya no me ayuda mucho.  ¿Qué hacer?

Una manera de salir de la amargura y el resentimiento es con la generosidad.  La amargura es volverse hacia dentro; la generosidad hacia los demás.  La amargura es un lloriqueo “¿y yo?”; la generosidad es un “¿cómo puedo ayudar a esa persona?”.  El resentimiento es una crítica negativa de él; la generosidad es elevar a esa persona.

La oración es esencial.  El salmo 27 es uno de mis favoritos: “El Señor es mi luz y mi salvación … Una cosa pido al Señor, eso buscaré: Vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida“.  Esto me ayuda a salir de mí mismo, y miro hacia arriba, hacia Dios.

Pero no se trata sólo de mí y Dios.  La primera carta de Juan, especialmente el capítulo 4, nos enseña que amar a Dios es amar a los otros. “Amados, si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros”.  No hay lugar para la amargura cuando amo activamente a Dios y al prójimo.

“Que sean ricos de buenas obras, generosos y solidarios” (1 Timoteo 6,18).  La cura para mi amargura no es una canción de la infancia, sino compartir con generosidad.  Pidamos al Señor que nos ayude a dar de nosotros mismos a Dios y a los demás.  Nuestro Jesús Misericordioso derramará Su gracia sobre nosotros, ¡Él nos ama tanto!